LABERINTO

LABERINTO
Autor: Álvaro Osorio

sábado, 23 de junio de 2012


El_AndéN


“Si no fuera verdad, podría ser una fábula. Aun siendo verdad, también es una fábula”. Héctor Abad Faciolince


Ávidos  de ser  humanos  un  par de macilentos  Monos  se  vieron  por  primera vez  en  la Universidad, que, bien mirada, era Selva. Uno de ellos palpaba tozudamente una guitarra auscultando con recelo su contorno, como quejándose de la circunstancia; el otro -fingiendo leer un cartapacio- miraba con el rabillo del ojo lo que hacía su par.
Pasaron algunos minutos.
Nada digno de mencionarse ocurrió hasta que cierto gusarapo se posó sobre la cabeza de uno de ellos obligándolos a cruzar palabra. El coloquio, tan intermitente como extravagante, giró alrededor de los inconvenientes de la pobreza y de la decidida afición de los Monos a sufrir por las Monas. Hablaron de esos mentecatos cuya risa nunca viene al caso y, al final, el Mono que leía el cartapacio reveló que -animado por un Jabalí que conocía desde antiguo- también tocaba la guitarra.
Se despidieron.
Meses después volvieron a toparse el uno con el otro y -a pesar de todo y a la vez de nada- se resignaron al encuentro como no fuera por las buenas. Aprovechando la ocasión se dijeron que podrían conformar una gavilla para hacer canciones -como siglos antes hicieron los grillos- y, alentados por su peregrina idea, caminaron en dos patas hacia sus respectivos terruños.
Uno de los Monos le habló al Ratón que en su triste adolescencia conoció en las aulas, y el otro  -que  a  fuerza  de  buena  voluntad  todavía  respiraba-  telefoneó  al  Jabalí.  Las  cuatro alimañas, al lado de dos indolentes cerditas, empezaron a imitar otras gavillas que también hacían canciones hasta que las indolentes cerditas impúdicamente los abandonaron.
Pasó el tiempo.
Los Monos, entonces, convocaron a los animales de la Selva para encontrar alguno que cantara las que con alguna licencia ellos llamaban sus canciones. Acudieron varias urracas, algunas monas y una que otra gallina. El Coyote -tras los debates entre los Monos, el Ratón y el Jabalí- fue el elegido.
La infame gavilla trabajó con ahínco hasta que su repertorio tenía canciones de algunos estilos que escuchaban los mandriles y los gatos a lo largo y ancho de la Selva, como la polka y el tango, pero sobre todo el rock. El Jabalí se encargaba de la percusión y el Ratón del bajo; uno de los Monos -con esmero- interpretaba la guitarra, el acordeón y el teclado, mientras que el otro -un tanto perezoso- sólo se encargaba de la guitarra líder. El Coyote se apoderó de la voz.
Continuó pasando el tiempo.
Según cuenta la leyenda un afable Erizo que vivía en la copa de un árbol -desde la cual observaba lo mal que se conducían los habitantes de la Selva- se unió a la gavilla. Su trabajo consistía en pintar los horrores que narraban las canciones logrando, a la sazón,  que las presentaciones en vivo no fueran tan aburridas para la notable fauna.
“El_AndéN” -como por desventura quedó bautizado el clan- sigue haciendo canciones sobre
los habitantes, hechos y cosas de la Selva, pese a que el Ratón -en exceso libidinoso- no deja de azuzar a incautas ratoncitas en flor y a que las serpientes -tan resentidas- insisten en criticar las canciones que, a hurtadillas, cantan por la noche viendo largamente la luna cuando los gallos adúlteros dicen vulgaridades a las inexpertas gallinitas.

jueves, 31 de mayo de 2012

DOS HOMBRES CON MÁSCARAS DE JABALÍ LO SIGUEN...





Dos hombres con máscaras de jabalí lo siguen, empuñando sus cuchillos. Es la noche del 16 de Junio de 2012. Mientras acelera, Alonso busca palos, piedras, ladrillos, esas cosas que nunca se encuentran cuando se necesitan. Decide entonces enredar la ruta: gira por una esquina, luego por otra y otra, casi sin fijarse hacia dónde va; cree haber confundido a los malevos, pero se los encuentra de frente, así que repite el proceso una y otra vez hasta percatarse de que hace rato no reconoce las calles por las que está andando. Son las 9:30, en la entrada de Canciello los músicos se impacientan: “habrá que empezar sin baterista”.
Alonso sí pasará por ahí, cojo, arrugado y con el pelo blanco, seguido de dos jabalís decrépitos y canosos, uno de ellos en silla de ruedas, empuñando los temblorosos cuchillos.

miércoles, 30 de mayo de 2012

ERAN LAS 9:30 DEL 16 DE JUNIO DE 2012

Eran las 9:30 del 16 de Junio de 2012: estaban a punto de empezar. Alex escupió de nuevo, tosió y volvió a vomitar de pánico, abrazado al inodoro de Canciello. Cuando terminó su faena, bajó la palanca del sanitario pero al levantarse resbaló, cayó de cabeza y un remolino lo envolvió y se lo llevó. De un momento a otro se vio nadando en la inmensidad, aturdido por miles de voces contradictorias, “vuelve”, “nada importa”, “libérate”, “sólo Zeus es libre”, “el yugo es la llave de la libertad”. Eran las ventosas de sus tentáculos: cada una era una cara, a veces con bigotes o con anteojos. Entonces Alex vio una luz, la siguió y emergió del inodoro, pero cuando las personas lo vieron salir del baño escurriendo agua empezaron a gritar y a correr. “Tarados”, pensó: “como si ellos fueran distintos”.

martes, 29 de mayo de 2012

"AL FONDO A LA DERECHA"

“Al fondo a la derecha”, dijo el cantinero de Canciello al bajista. En ese momento hubo un apagón y los gritos de pánico llenaron la oscuridad. Andrés se pegó a una pared para seguir tanteando en busca del baño. Las personas gruñían, a veces aullaban, y Andrés sentía los cuerpos huyendo, empujando, respirando en su cara. Trataba de abrirse paso cuando le pareció sentir una nariz verrugosa con las yemas de los dedos y retiró la mano aterrado. Quiso escapar pero la marea lo llevó de un lado a otro sin atinar con la salida. De pronto se fue de frente contra unos labios carnosos, frescos, dulces. “Junio 16, 2012, 9:30 p.m.”, pensó extasiado: “fecha y hora memorables”. El beso se prolongó hasta que volvió la luz. Abrió los ojos: una hiena le estaba devorando la cara. No le importó.

domingo, 27 de mayo de 2012

EL CONCIERTO IBA A EMPEZAR..."



El concierto iba a empezar cuando Alejandro dejó caer la pajuela. Como él entraba después de los otros instrumentos, podía agacharse a recogerla. La luz era escasa, debía palpar el suelo. Entonces encontró otra cosa: una reja mal disimulada con tapetes. La canción aún le daba tiempo y siguió inspeccionando. Primero pensó que se trataba de una alcantarilla, por el olor. Entonces vio unos ojos rojos en el fondo de la oscuridad. Unas manos como garras de buitre salieron de entre las rejas y se apoderaron de la cabeza del guitarrista, que no entendía nada. De pronto, se encontró metido en la jaula. Miró hacia arriba y vio al otro, al de los ojos rojos, descargando los primeros acordes con sus garras. Poco a poco, Alejandro será otro. Cada 16 de Junio ocurre esto en Canciello, a las 9:30. Y no cobran.

martes, 22 de mayo de 2012

"YA HABÍA PASADO POR ESTA CALLE"..

“Ya había pasado por esta calle”, piensa con impaciencia mirando el reloj. “A esta hora ya debería estar cantando”, dice en voz alta para no sentirse tan solo. Entonces vuelve a oír los cascos de caballo en el asfalto; hace rato los está oyendo, cada vez con más frecuencia. Se detiene y mira hacia atrás, pero sólo ve la calle larga y vacía. De nuevo lee el papel que sostiene: “Canciello, Calle 53 45-54, Junio 16/2012, 9:30 p.m. Entrada libre”. Es como si los números en los edificios cambiaran a cada momento, como si las calles fueran serpientes moviéndose para jugarle una broma. De pronto, una silueta se asoma en una esquina y vuelve a esconderse. Juan quiere pedirle indicaciones, así que se lanza a buscarla, y en ese mismo instante vuelve a oír el cloc-cloc de los cascos sincronizados con el ritmo de sus zapatos. Logra ver la silueta girando en un recodo y se apresura a correr más, los cascos suenan apremiantes, Juan se percata de que su forma de perseguir a la silueta es la de un criminal, de modo que decide gritarle que no tenga miedo (sólo va a pedirle una indicación), pero cuando abre la boca sale un rugido que estremece su pecho y la noche. En la efervescencia del momento, pasa junto a un edificio con espejos y no se reconoce en el reflejo fugaz, le ha parecido ver la forma de una bestia. Al fin se abalanza sobre la silueta –que ha resultado ser un muchacho aterrado– con toda la intención de decirle que no tenga miedo. En cambio, sin preguntarse por qué, empieza a devorarlo. Cuando ha saciado su hambre se da cuenta de que alguien lo está observando desde una puerta. Es una mujer con una mirada muy triste que da media vuelta y entra por un pasillo a una casa grande. Juan lee el letrero de la entrada, “Canciello”, y al asomarse logra vislumbrar algo que parece un tentáculo, el destello de un pelambre, las puntas de unas alas. Entra en busca de la mujer.

lunes, 21 de mayo de 2012

¿QUIÉNES SOMOS?






El_AndéN


Si no fuera verdad, podría ser una fábula. Aun siendo verdad, también es una fábula. Héctor Abad Faciolince


Ávidos  de ser  humanos  un  par de macilentos  Monos  se  vieron  por  primera vez  en  la Universidad, que, bien mirada, era Selva. Uno de ellos palpaba tozudamente una guitarra auscultando con recelo su contorno, como quejándose de la circunstancia; el otro -fingiendo leer un cartapacio- miraba con el rabillo del ojo lo que hacía su par.
Pasaron algunos minutos.
Nada digno de mencionarse ocurrió hasta que cierto gusarapo se posó sobre la cabeza de uno de ellos obligándolos a cruzar palabra. El coloquio, tan intermitente como extravagante, giró alrededor de los inconvenientes de la pobreza y de la decidida afición de los Monos a sufrir por las Monas. Hablaron de esos mentecatos cuya risa nunca viene al caso y, al final, el Mono que leía el cartapacio reveló que -animado por un Jabalí que conocía desde antiguo- también tocaba la guitarra.
Se despidieron.
Meses después volvieron a toparse el uno con el otro y -a pesar de todo y a la vez de nada- se resignaron al encuentro como no fuera por las buenas. Aprovechando la ocasión se dijeron que podrían conformar una gavilla para hacer canciones -como siglos antes hicieron los grillos- y, alentados por su peregrina idea, caminaron en dos patas hacia sus respectivos terruños.
Uno de los Monos le habló al Ratón que en su triste adolescencia conoció en las aulas, y el otro  -que  a  fuerza  de  buena  voluntad  todavía  respiraba-  telefoneó  al  Jabalí.  Las  cuatro alimañas, al lado de dos indolentes cerditas, empezaron a imitar otras gavillas que también hacían canciones hasta que las indolentes cerditas impúdicamente los abandonaron.
Pasó el tiempo.
Los Monos, entonces, convocaron a los animales de la Selva para encontrar alguno que cantara las que con alguna licencia ellos llamaban sus canciones. Acudieron varias urracas, algunas monas y una que otra gallina. El Coyote -tras los debates entre los Monos, el Ratón y el Jabalí- fue el elegido.
La infame gavilla trabajó con ahínco hasta que su repertorio tenía canciones de algunos estilos que escuchaban los mandriles y los gatos a lo largo y ancho de la Selva, como la polka y el tango, pero sobre todo el rock. El Jabalí se encargaba de la percusión y el Ratón del bajo; uno de los Monos -con esmero- interpretaba la guitarra, el acordeón y el teclado, mientras que el otro -un tanto perezoso- sólo se encargaba de la guitarra líder. El Coyote se apoderó de la voz.
Continuó pasando el tiempo.
Según cuenta la leyenda un afable Erizo que vivía en la copa de un árbol -desde la cual observaba lo mal que se conducían los habitantes de la Selva- se unió a la gavilla. Su trabajo consistía en pintar los horrores que narraban las canciones logrando, a la sazón,  que las presentaciones en vivo no fueran tan aburridas para la notable fauna.
“El_AndéN” -como por desventura quedó bautizado el clan- sigue haciendo canciones sobre
los habitantes, hechos y cosas de la Selva, pese a que el Ratón -en exceso libidinoso- no deja de azuzar a incautas ratoncitas en flor y a que las serpientes -tan resentidas- insisten en criticar las canciones que, a hurtadillas, cantan por la noche viendo largamente la luna cuando los gallos adúlteros dicen vulgaridades a las inexpertas gallinitas.




ANIMAL


PARA PISAR EL ANDEN


REDENCIÓN


















MUJER FATAL